También la industria textil se desarrolla en España gracias al impulso del capital británico. No en vano ellos tienen la tecnología más avanzada en este terreno.
En 1780 llegan a Cataluña las primeras Spinning Jenny, que se perfeccionan para poder aprovechar la energía hidráulica, tan abundante en Cataluña, inventando, así, la bergadana.
En 1803 la bergadana está implantada en amplias zonas de Cataluña.
En 1806 comienzan a llegar las primeras Mulle Jenny a la zona rural de Cataluña, pero se difunden muy poco.
La industria textil se implanta, principalmente, en la zona rural, debido a los bajos salarios y al menor control de calidad que hay con respeto a las ciudades. Sin embargo, el blanqueo de las telas, el tintado, los tejidos finos y los estampados, se continúan haciendo en Barcelona.
La industria textil tiene una gran tradición en Cataluña, por lo que los productos artesanales tienen que competir con los industriales. Los empresarios catalanes del textil tienden a pedir al gobierno medidas proteccionistas.
El arancel de 1826 graba la importación de productos textiles, pero también la importación de algodón.
A pesar de la invención de la bergadana, la dependencia tecnológica del exterior es casi total, porque la bergadana, por utilizar una fuente de energía limitada, no puede competir con las nuevas fuentes de energía.
A pesar de la invención de la bergadana, la dependencia tecnológica del exterior es casi total, porque la bergadana, por utilizar una fuente de energía limitada, no puede competir con las nuevas fuentes de energía.
En 1833 se comienzan a instalar los primeros motores de vapor. Esta renovación tecnológica supone una fuerte inversión en maquinaria, lo que encarece la fabricación de los productos textiles. Esto favorece que en Cataluña aparezcan dos zonas textiles diferenciadas: una junto al mar, de donde viene la tecnología y por donde se comercializan las telas, y otra en el interior, rural, vinculada a los saltos de agua y las cuencas fluviales. Durante mucho tiempo ambas formas de producción convivirán.
Pero los capitales catalanes no sólo se invierten en Cataluña, sino que se colocan en toda España. Particularmente son importantes las inversiones en transporte que se hacen en el País Vasco, Andalucía, etc., con el fin de que sus productos abastezcan el mercado interior.
El arancel proteccionista de 1849 es una buena oportunidad para el crecimiento de la industria catalana, que aprovecha la coyuntura para renovar la tecnología. El precio de los productos textiles desciende, y el mercado aumenta.
El arancel de 1891 permite la importación de algodón en rama, lo que supone una ventaja para la producción textil y la superación de la crisis.