dimecres, de novembre 08, 2006
Catalunya a todo vapor
Marta Forn, La Vanguardia 27/12/2002
El Museu Marítim de Barcelona ha comenzado a sacar a la luz su rico archivo documental y
fotográfico, en gran parte inédito, mediante un vasto proyecto editorial que, bajo el título “ Patrimoni marítim “ establece la evolución naviera y sus repercusiones tanto en Cataluña como en España.
El primer volumen, ya impreso, “ Vapors “ ( Angle Editorial ) recorre la lenta andadura que supuso la sustitución de los barcos de vela por los de vapor y las repercusiones sociales que se
desencadenaron.
El libro, escrito por Antoni Sella y Martín Rodrigo, aporta textos de referencia y
numerosas ilustraciones, con dibujos, carteles de las compañías navieras y fotografías de época,
que intercalan el lujo de los salones de vapores como el del” Infanta Isabel de Borbón “ con la
dureza de la emigración.
En el s. XIX Cataluña fue pionera en la Península con la construcción del primer ferrocarril en 1848 creado por Miguel Biada.
El también catalán José Bonaplata introdujo en 1832 la primera tejedora accionada por máquina de vapor.
Sin embargo Barcelona perdió el tren de la industrialización con los barcos de vapor, al no contar con astilleros equipados adecuadamente para la construcción naval y al no poder soportar la competencia de otros puertos como el de Bilbao y Cádiz.
Desde el s. XIII y hasta el s.XV Cataluña tuvo una gran tradición en la embarcación a vela. Grandes rutas comerciales unían Barcelona y Sicilia, incluso llegaban hasta Alejandría y Extremo Oriente. En el s. XVIII la vitalidad económica de la costa catalana se basaba en la actividad marinera. La población de Canet de Mar -que nació en el s. XV como barrio marinero de Sant Iscle de Vallalta- afianzó durante el s. XIX su actividad que consistía en la navegación a vela, la pesca y la construcción de embarcaciones. La llegada del vapor supuso la decadencia del comercio marítimo.
Así, la economía de Canet se transformó radicalmente para centrarse en la industria textil, que al dejar de fabricar velas, tuvo que centrarse en el género de punto.
A la embarcación de vapor le costó más de cincuenta años demostrar que era una iniciativa
superior a la de la vela; ésta no sólo se resistía a ser sustituida, si no que mejoraba sus técnicas.
Los catalanes, no exentos de espíritu aventurero y de necesidades fueron a hacer las Américas.
Por poner un ejemplo, en Sitges están registradas con nombres y apellidos más de dos mil
personas que emigraron a América entre 1778 y 1936.
La emigración superaba en muchos casos un 400% el ritmo de crecimiento de algunas poblaciones.
Según explica Antoni Sella, Cataluña fracasó en el terreno de la construcción naval.
Fracasó por falta de materia prima y por la carencia de formación tecnológica.
En 1890 el de Barcelona dejó de ser el puerto más importante por falta de un sector siderúrgico de envergadura dando paso al de Bilbao, con gran tradición astillera junto al puerto de Cádiz.
La marina se transformó en la cenicienta de la industrialización de Cataluña.
A pesar de ello hubo iniciativas muy curiosas como es el caso de la naviera Trasatlántica del santanderino Antonio López.